"Cadaver perturbado"

jueves, 7 de enero de 2010

Sentimiento de cadáver VII

Mi rumbo era el que mi cuerpo mandara, mi horizonte la pampa inmensa. Depronto descrubri el mar, mis duendes no se arrodillan ante nadie, pero esta vez hicieron la escepcion, nuevas curiosidades para ellos, el mar de abajo para arriba surge algo así como un doble cielo, que vino a sentarse en una espuma blanca muy cerca de donde yo estaba. Llegaba tan alto aquella Pampa azul y lisa que no podía convencerme de que fuera agua.
Me hubiera gustado quedarme un rato si más no fuera contemplando el espectáculo vasto y extraño para mis ojos. Tan hermoso era el paisaje, que hasta la luna, tuvo celos de aquel majestuoso cielo de agua sobre la tierra.
¡Que hermoso sueño era aquel bosque infinito!

Entonces el cadáver (que inevitablemente era yo) y la luna se sumergieron en lo profundo del mar celeste y cristalino, y por aquel acto me vi obligado a dejar a mis nobles duendecillos, que aun estaban estupefactos por aquella hermosura natural y despampanante, a mi fiel corcel, y en especial a mi amada guitarra, aquello hirio mi ya dañado dolor, pero el acto era necesario e inminente. Ellos eran todo lo que tenia, pues compartieron conmigo aventuras y sentimientos irrepetibles en la colina de mi gloriosa memoria, tan especial, pues ahi esta guardado el amor hacia la bella lua, como las conchas de mar guardan joyas preciosas muy dificiles de ser arrebatadas.
Mientras me encontraba sumergido en lo profundo de las aguas, me preguntaba como tomarian esto mis fieles compañeros que deje en la calurosa orilla, pero cierto es que muchas veces debes dejar algunas cosas que son muy importantes para poder conseguir o llegar a tu meta final, en este caso, mi amor distante.

Los segundos eran bastante extensos en lo bajo de las aguas, ahora frias por el cambio climatico que acontecio hace algunos instantes atras, y aun extenuado seguia buseando como si mis fuerzas se renovaran con cada braceo y pataleo que hacia mi cuerpo, la luna hecha mujer se mantuvo siempre al lado mio, hasta que desgraciadamente mis pulmones me traicionaron, y aquella luna paso a ser una hermosa cirena azul, entonces me acomodo sobre su delineada espalda y asi avanzamos juntos hacia lo inesperado, pero siempre pensando que al final de todo esta la recompenza, aquello que nos hace prevalecer aun cuando el camino sea complicado y los obstaculos se refuercen progresivamente en el tiempo.

No sé con exactitud cuanto tiempo transcurrio hasta que el mounstro marino y mitologico apareciera derrepente, con su forma alargada de piel escamosa, aquella bestia era muy parecida a un dragon, sus cortas aletas muy cerca de su cabeza no servian para nada ya que el impulso para desplazarse provenia de su alargada cola que hacia movimientos ondulatorios. Su rostro era aterrador como si estuviera al acecho de cualquier tipo de criatura o especie, siempre dispuesto a devorar todo lo que se encontraba a su paso y eso incluia la presencia de mi compañera y mi presencia.

-De esto me encargo yo.

Escuche con dificultad aquella frase de mi compañera, y observe de lejos la sangrienta batalla que se acababa de desatar.


Fue la segunda azaña de la magestuosa luna convertida en una poderosa cirena que se hirgio dentro de las aguas para destrozar al enorme monstruo de los mares, aquella batalla quedara marcado por siempre en mi vida, no hay muchas palabras para expresar la aterradora lucha sangrienta que acontecio debajo del mar cristalino, pero despues de horas infinitas de batalla, por fin logramos el largo y extenuoso viaje.

Pero el mar ya era como un enorme animal devastador, y con toda la hira y fuerza de la naturaleza desgarradora, nos sacudió sin piedad como si quiciera escupirnos del oceano, pues algo le incomodaba al maravilloso mar y al mismo tiempo extrañamente pelverso. Y me pregunte: ¿cómo algo tan puro y hasta hermoso puede causar tanto daño?
A lo largo del viaje, las aguas nunca estuvieron mansas, nunca compredi que era lo que tanto le incomodaba al majestuoso cielo mojado, pero por fin pudimos llegar a la orilla. Extrañaba tanto la sensacion de estar en la tierra, me tardo un rato acostumbrarme, ya que mi cuerpo ya no lo sentia producto de los inumerables calambres que derrumbaron por completo mi extenuado cuerpo. Y la hira del mar se fue apasiguando al salir de ella, y el cielo se despejo, y los arboles cantaban de jubilo al verme lograr cruzar con éxito el inmenso mar del delirio.
Temblaba el cerezo en flor ante mi presencia, perfumándolo de la exquicita fragancia de la luna, con el viento, caen sus pétalos rosados, cubriendo su aislamiento, embalsamando y adormilando mi esencia.
Caminando hiba por senderos perfumados, olores a frutas y árboles floridos, una figura, creo que es un pequeño hombre que dormida bajo un cerezo, con ropa tejida de pétalos rosados. Sí; desafortunadamente era él, nuevamente lo vi a la cara, era el extraño duende de la distancia, enfrentandome nuevamente.

...continuará.
 
Adrián Agüero.

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