"Cadaver perturbado"

domingo, 3 de enero de 2010

Sentimiento de cadáver II

Hoy sentí que la vida me mirò diferente.
Las pulsaciones de mi pequeño corazón aumentaron en gran manera, como aumenta los tonos
en las escalas, en mi amada guitarra.
Hoy sentí también un calor excitante, que extrañamente no provenía de mis dedos cuando componen melodías agudas, haciendo rechinar mis oídos.
Tuve hoy una sensación, que no sentía hace mucho tiempo, y hasta los duendes se preguntaban por qué
cambió de pronto mi sentir.

A lo lejos oí una voz que me sonaba familiar, ¿Será que alguien está tocando un arpa heavy?, entonces
agudicé más mis oídos y pude percibir que se trataba de una hermosa y relajante voz femenina, entonces,
le pregunté a mis duendes si era la preciosa voz de mi madre. Pero ellos nunca escucharon sonido alguno.
¿Estoy loco?, pensé. Si he de estar loco, prefiero estarlo, a ser un difunto cadáver que se sumerge por debajo de la madre tierra, para que ella lo abrigue y descanse en paz en sus raicez, recordando que es imposible vivir muerto.



Al instante me percate que alguien me observaba detenidamente, mis huesos se estremecieron, mi alma
se puso de gala. Ya recuerdo esa sensación, esa sensación de vida eterna y amor infinito que tan sólo ella me supo dar.
Sí, pude imaginar esa dulce mirada que toda la vida pedí, pude imaginar también su sonrisa acariciendo mis venas, sus labios que era la fórmula perfecta para toda cura. Definitivamente era ella, mi dulce lua, mi doncella.
"Ya no juegues, sé que estás ahí", dije suavemente y con una ligera sonrisa que me costó tanto, ya que mi mandíbula era muy dura y tiesa. En mi mente recordaba aquellos momenos de júbilo junto a ella, y hasta el día que regresó, fue la sorpresa más espectacular de mi vida.

Después de unos largos segundos empecé a inquietarme, ya que ella no aparecía, y yo, convencido que ella estaba cerca de mí, Empuñé nuevamente mi amada guitarra, soltando los más puros tonos de alegría y tappings veloces, respetando y haciendo honor a la cultura Metal, Sin darme cuenta que me inundaba lentamente en la angustia de una extensa epopeya, llena de tempestades inimaginables.
Terminé, y de pronto ya había transcurrido un par de horas, esta vez decidí sentarme y esperarla pacientemente en ese viejo mueble apolillado, donde debajo dormían mis tiernos duendecillos.
Transcurrieron rápidamente 5 horas, y yo seguía en ese viejo mueble, pasaron 6, 8, 10 y hasta 12 horas, y ningún hueso se movió, ni siquiera para respirar el tenso aroma del lugar.
Pasaron los días, los años, las estaciones variaron, pero yo, aun seguía ahi esperando una señal, una luz que me indique por donde está mi doncella, para por fin apreciar nuevamente su belleza, y darle el mas cálido abrazo que cualquier habitante de ese universo se pueda imaginar.
Mis 7 duendes (Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si) observaban tristemente mi desolada espera.

¡Casi se detiene mi corazón!, en mi hombro sentí sus manos suaves, como aquella vez que ella lavo mis manos, ¡que suave se sintió su piel!
Sin dudarlo volví mi pesada cabeza, entusiasmado por adorar su dulzura, pero la peor noticia se acaba de declarar, no había nadie detrás mio,  la ausencia se puso nuevamente en pie, marchitando el calor acojedor.

Aprendí que la imaginación se mezcla muchas veces con la realidad que corrompe el corazon de los amantes, aprendí que es imposible olvidar a un amor puro y verdadero, me di cuenta que olvide hasta mi guitarra por tanto pensar en ella, me di cuenta que muero en un mundo que no deja de dar vueltas, y que
en el habitan dos personas que desean encontrarse para alcanzar la felicidad máxima y plena.
Después de meditar lo sucedido, desperté a mis duendecillos, que se sentian abrumados por el insoportable dolor que sintió mi alma, y continué haciendo mi música eterna.
Adrián Agüero.

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